26 julio 2010

Trigésimo Segundo Viaje



Llegue a tu casa con un espejo que he realizado con la plata de mis retinas. He llegado con él, para que en él te veas.
No es un espejo único, ni mágico, no es mejor, no es peor, no es especial, es sincero.
Mira tus detalles, mira lo que yo veo, mira tú nariz pequeña montañita cercana al Olimpo de tu boca, donde cuento los aros de tus labios de carey para saber hace cuantos siglos te me pierdes entre las manos, hace cuanto te bebo ambrosía.
En mi espejo esta tu risa y entre ella tus ojos de nipona con sus brillos de mercurio, están tus pómulos filosos cadenas montañosas que hacen terremotos cuando mueven las fronteras. En aquel reflejo tengo tus piernas, tu abdomen, tu ombligo, tengo tu oreja, tu piel sembrada de estrellas, tu cabello con raíces de trigo.
En el lago de plata que te he traído tengo el vaivén de tus manos en una caricia, tengo la mímica de tus uñas pintadas, tengo tus dientes de Chiclets, tu magia sin galera.
En el espejo que te regalo esta tu cuello de nácar, tu lunar alunizado, tu tobillo equilibrante, dragón sin finito, silencio atento, tu siesta reincidente.
Puedes mirar allí tus tardes con sol y pasto, tus pies no queridos, tu kung fu cerebral, tus aves incineradas, tu instinto animal, tu azul sobre negro, mi azul sobre blanco y mi cepillo de dientes listo con jabón de tocador.

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