26 julio 2010

Trigésimo Primer Viaje



Dicen que al apoyar la cabeza en la almohada Vicente ya estaba totalmente convencido de cuál era la mejor idea para conquistarla. Muy despacio con una sonrisa se durmió; capaz fue soñando el momento en que abrían su regalo. En sus sueños brillaban  las sonrisas al abrir la sorpresa y tomar la dichondra que Vicente le había entregado, en un beso eterno se fundían sus labios y la vida daba vueltas como un trompo que no marea, hasta que el sueño se espesó provocando la borrachera.
Por la mañana se despertó con ansias, entro en el baño y cortase su diestra, la puso entre sedas en caja de madera envuelta con lazos de varios colores.
Salió por la puerta veloz y campante, chorreando el camino volviéndolo Marte, llego manejando sin volante, ansioso, algo traumado por el reciente episodio, con una sonrisa imborrable entregase la caja a Magdalena.
Vicente contento espero el momento en que Magda sonriera con especial aprecio, pero nada de esto paso en los hechos.
Como imaginaran, Magda abrió la caja, observo la diestra de Vicente, y le dijo con especial antipatía: -está sucia, cuando me traigas otra procura limpiarla antes-.




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