31 marzo 2010

Vigésimo Segundo Viaje



Un, dos, tres, mil.
Mil infiernos a mi alrededor, el suelo se resquebraja y lenguas de fuego se elevan y gritan entre las grietas, mil infiernos en la mente y ni un recuerdo que podamos rescatar.
En el ámbito del alma el arte exige conservar la nostalgia.
La Mochila es lo suficientemente liviana mientras nadie altere el orden del producto y en un tiro al pecho se nos escapa la arena del desierto que nadie puede tostar.
En mi carretilla de plomo yo llevo mil años de silicio y una gran bolsa llena de moscas negras que se atreven a  volar mientras haya opción.
En mi ecológico carro de cartonero, a fuerza de sangre y hambre llevo los diarios de mi martirio que se incendian mientras haya opción, el fuego arde en mi espalda mientras tiro del carro, tras mi futuro se quema la política, el deporte y el policial de acción.
Cargo con mi chango de supermercado, en él llevo dos mil yogures vencidos de distinto sabor, y el ticket en la mano mientras tenga una opción. De la vainilla a la frutilla, me quedo con las tapas e intento ganar la promoción por una cuchara y un pack de almidón para el cuello de las camisas y para endurecerme el alma a fuerza de calor, y si en la próxima curva vuelco prométeme robar mis tapas, disfruta la cuchara, regala el almidón y tira las naranjas rodantes al mar.
Mil, tres, dos, uno.


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