Me abrazó.
Yo me resistía con la firmeza sorda de quien no quiere ofender.
Y entonces me abrazaba más fuerte como quien quiere mucho y yo empecé a abrir los brazos como para tratar de zafarme. Abrazaba con el cuerpo entero, con sus brazos y sus piernas. Yo empujaba como podía y sacaba el pecho mientras tiraba mi cabeza hacia atrás. Sus brazos eran una tenaza firme como una roca. Yo me contorsionaba y levantaba mis pies en el aire.
Por ende…
En el suelo.
Me abrazaba reacomodándose a cada movimiento que yo hacía, yo me sentía realmente atrapado, me estaba cansando, me vencía.
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