
En tu castillo, vegetativo como adjetivo, exhausto, con las manos duras y los ojos rápidos. Exasperado por la velocidad del mundo, la lentitud de la brisa, mientras estalla un llanto interno un grito mudo se repite como un eco alejando las aves de la ventana.
Sentado en el ojo del remolino, me elevo centro de todo, y el viento, el movimiento me engulle, todo gira tan rápido que es borroso, y acá en el eje: la lentitud, una caricia de la estela de la vida que pasa a mil.
Te desagotarás en suicidio, encontraran tu esencia a tu alrededor, un charco de ideas corriendo al mar sin descanso, no habrá rojo, ni violetas, te secaras hasta volverte arena, conservaras los cálidos, y tu esencia transparente se irá por las acequias envuelta en las sombras, pasaras a su lado antes de perderte en el mar.
El viento es tan fuerte que se lleva los sonidos. Ya nada tiene valor mientras pierde el simbolismo, todo se va, un remolino de sentimientos.
Solo en el universo, tu alma es el eje de todo, nada que tu vista no alcance existirá, tu única ventana esta en tu mente, solo hay un recuerdo latente, un solo brillo del sol, una sola oscuridad en las sombras.
¿Y yo?
Erguido, enteramente sin posibilidades, observo cómo se derrite mi cárcel bajo mis pies.
No me abrazo a lo material, lamentaré cada instante en que no seas mi mano, en que no invadas mi mente, lamentaré el frío del cuarto cuando ya no lo caliente tu respiración, de seguro lloraré cuando tu brasa sea ceniza y ya no me tiña el cuerpo con tu carbón. Seré gris, seré inocuo, seré insípido, me asusta, sé que no es paranoia, sé que perderte es perder, lo sé porque de alguna manera cuando me olvide de vos nunca volviste a estar.
Solo me sostiene el trono de mi fe, cierro los ojos como en el tren fantasma para salir de acá y mi mente se salva y viaja hasta ahí.
Estoy vivo…
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